A fines de 1956, Sebastián Salazar Bondy llega a París becado por el gobierno francés para seguir estudios en el Conservatoire National dArt Dramatique con Jean Vilar, por entonces una de las figuras más prominentes de la cultura francesa. Durante su estadía europea, que se prolongará por diez meses, Salazar Bondy viajará a ciudades como Oslo, Copenhague, Avignon, Madrid y Barcelona, entre otras, y escribirá sobre literatura, arte, cine y teatro, pero también sobre la política, la opinión pública, la experiencia urbana y otros aspectos de la vida en el Viejo Continente. Enviadas a Lima apenas escritas, esas crónicas se publican en el diario La Prensa.
Meses después, en el barco de regreso, Salazar Bondy escribirá son muchos los días de la travesía, muchos e idénticos, y los dos cabos del viaje son de un extremo Europa y del otro América. Entre esos dos polos está en este instante nuestra vida, como en una pausa que conduce, por su flujo lento e implacable, a la meditación con lo cual describe el talante de sus textos que, a pesar del tema europeo, no dejan de tener al Perú como horizonte pues todo lo que absorbió y describió fue destinado a servir de espejo en el que los peruanos pudiéramos vernos reflejados y entendernos mejor a nosotros mismos.