Hay algo intangible en la prosa de Días Klaassen, una voz inquietante que se articula desde un lugar indeterminado, como si un murmullo lejano y muerto armonizara con el texto. De estas profundidades emerge El hombre sin acción. Mike Wilson, escritor.
Lo que tiene la escritura de Díaz es una extrañeza profunda que invade tanto los libros como los cuartos familiares, las ideas sobre la construcción de la novela y el mapa de los afectos del corazón humano. Lo anterior es lo que, quizás, vuelve a El hombre sin acción un relato inquietante e insoslayable. Está ahí una literatura llena de espinas que describe una intimidad devastada y atomizada, un lugar donde corre un aire frío y perfecto y secreto que deja a los personajes desnudos y abrazados a su sombra, perdidos en el laberinto de unas vidas que, si hay suerte, pueden parecerse a una novela. Álvaro Bisama, escrito.