La sociedad de consumo se caracteriza por la declinación del Padre de la Ley, por la exclusión de las ?cosas del amor? y por la supresión de la dimensión de la falta. José E. Milmaniene sostiene que la política del psicoanálisis implica un acto de confrontación radical con la sociedad de consumo, dado que ésta exalta la desmentida como su mecanismo defensivo esencial: la experiencia poética del amor es desmentida por el encuentro fetichístico de los cuerpos; la experiencia del saber, por el incremento la información; la experiencia del trabajo, por la acumulación de bienes y capital; la experiencia del conocimiento, por la obtención de un título académico; la experiencia del placer, por la posesión exagerada de objetos; la experiencia del arte, por el entretenimiento frívolo; la experiencia del intercambio dialógico, por la exaltación del solipsismo; la experiencia de la trascendencia espiritual, por la narcosis del ocio estéril; la experiencia de la integración comunitaria, por la soledad; la experiencia del don, por el egoísmo; la experiencia de la ética, por la moral de circunstancias. Dado que el escenario sociohistórico de la posmodernidad ha atrapado a los sujetos en el circuito del consumo como si fueran mercancías, debemos revalorizar los espacios intersticiales en los que destellan las luces que irradian los discursos de resistencia a las políticas de goce, sean políticos, poéticos o psicoanalíticos. El autor considera pues, que debemos reafirmar la trascendencia del dispositivo psicoanalítico, dado que éste configura una práctica sublimatoria destinada a recomponer y consolidar la ?identidad narrativa? de seres capturados por la alienación consumista y las compulsiones adictivas.