Ocho relatos unidos de forma sutil que confirman a Julio Cortázar como uno de los mejores cuentistas argentinos.
«A vos que me leés, ¿no te habrá pasado eso que empieza en un sueño y vuelve en muchos sueños, pero no es eso, no es solamente un sueño? Algo que está ahí pero dónde, cómo.» Cuando Cortázar parecía haber alcanzado la perfección en el género, Octaedro (1974) aportó novedades de su maestría incomparable a la hora de escribir cuentos. Los ocho relatos que componen Octaedro -una figura tan geométrica como misteriosa, tan perfecta como reticente- entremezclan cierto contenido social y político que Cortázar había abordado en Libro de Manuel (1973) con sus temáticas más recurrentes: el amor, el sueño, la enfermedad, la muerte, el umbral entre lo cotidiano y lo fantástico. Pero, además, estos relatos funcionan como caras que, en su conjunto, van completando el sentido de la figura total: así, quien relata su propia muerte en "Liliana llorando" tendrá su contracara en "Las fases de Severo". Cada una de las tramas encuentra a lo largo de este libro continuaciones alternativas, extrañas formas de resonancia. Compacto y, al mismo tiempo, ilimitado; preciso y también impredecible, si a un libro de cuentos le cabe el atributo de novela encubierta, no hay dudas de que es a Octaedro.