Es un texto agridulce, divertido y descarnado a ratos, donde se narra la historia de un joven confundido, que apenas sospecha a qué quiere consagrar su vida, qué y quién merecen su interés o su amor. Para descubrirlo emprende un periplo que, como corresponde a todo aprendizaje que se precie, resulta en su mayor parte decepcionante. En este sentido, Odile es un logrado exponente de la tradición del bildungroman, además de un inquietante artefacto literario fruto de la característica afición de Queneau al juego verbal.