Poeta, músico, artista visual, performer, son algunas entre las tantas figuras con las que podemos describir el contrabando de signos que define la obra de Arnaldo Antunes, auténtico inclasificable que hizo del desplazamiento entre lenguajes el a priori de sus procedimientos creativos. Antunes nació en San Pablo en 1960, cuando la antropofagia de Oswald de Andrade y el concretismo de Haroldo de Campos y Décio Pignatari formaban parte del paisaje cotidiano de la cultura brasileña, y Caetano Veloso y Gilberto Gil delineaban los primeros pasos de la fusión tropicalista. Heredero de estas tradiciones, con más de diez libros publicados y una prolífica carrera musical como solista, miembro de las bandas Os Titãs y Tribalistas, y colaboraciones con músicos como Laurie Anderson, David Byrne y Ryuichi Sakamoto, la obra de Antunes ostenta un inusual talento para combinar las osadías de la experimentación de vanguardia con las estéticas de la cultura popular. En la tradición de la poesía visual, la antología bilingüe que aquí presentamos revela el ejercicio de un extraño materialismo en el que las palabras se transforman en cosas, los sustantivos se alargan como si fueran de goma, los adjetivos chorrean y los verbos se esconden. Los poemas de Antunes restituyen un estado de la lengua en el que la palabra forma parte esencial de aquello que designa, evocando un pasado acontecido mucho antes del Big Bang que separó al lenguaje del mundo. Probablemente aún no se hayan escrito los manuales que definan las reglas de la lengua de Antunes, un fugitivo que huyó de todos los zoológicos institucionales para propiciar el surgimiento de estas polimorfas criaturas poéticas