Por Irene Gómez-Olano
1 - Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, de Olympe de Gouges
Olympe de Gouges (1748-1793) fue una escritora y filósofa francesa que abogó por la abolición de la esclavitud y por la reivindicación de los derechos de las mujeres. Militó contra la institución del matrimonio, al que calificó como la «tumba del amor y la confianza», y defendió el derecho al divorcio, así como el reconocimiento de los hijos nacidos fuera del matrimonio. Abogó por la creación de un sistema de maternidades que protegiera a las madres y los hijos de la pobreza.
En la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, Gouges quiso dar una vuelta de tuerca a la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, proclamada en 1789, un texto fundamental de la Revolución francesa en el que se defendía la igualdad de todos los hombres. De Gouges reivindicó los derechos de las mujeres, excluidos de esa Declaración, y exigió la equiparación jurídica.
Gouges —junto con Mary Wollstonecraft (a la que veremos más adelante)— fue la pionera de la filosofía feminista y del feminismo de la igualdad; un feminismo de la igualdad que reivindica que las mujeres y los hombres no son esencialmente diferentes en sus capacidades mentales, sino que la discriminación a la que se somete a las mujeres es la que genera roles diferenciados en la sociedad.
Pero, además, Gouges fue una de las primeras feministas que defendió la abolición de la esclavitud, mientras que algunas de las sufragistas de principios del siglo XX pretendían fundamentar su emancipación en la explotación de las mujeres negras, tal y como denunciaron las feministas negras de la segunda mitad del siglo XX.
Mary Wollstonecraft (1759–1797), filósofa y escritora inglesa, tuvo una gran producción literaria. Tras su muerte, su marido publicó las memorias de su vida, en las que la acusaba de llevar un estilo de vida poco propio de una mujer de su tiempo. El movimiento feminista del siglo XX recuperó su figura como pionera del movimiento y rescató algunas de sus aportaciones en relación a la defensa de la igualdad entre mujeres y hombres y la crítica a la feminidad impuesta en la época.
En la Vindicación de los derechos de la mujer, Wollstonecraft critica la doble vara de medir de la Revolución francesa y la Ilustración. Mientras que autores ilustrados como Rousseau consideran a los varones seres racionales dignos de ciudadanía universal y derechos garantizados, a las mujeres las relegan a la esfera de lo natural y la irracionalidad. Es por este motivo que Rousseau consideraba que debían ser educados de forma diferente. Wollstonecraft discute contra esta idea y reivindica que las mujeres son también seres racionales que deben formar parte de la ciudadanía ilustrada.
La escritora inglesa estableció las bases de la filosofía feminista y del feminismo de la igualdad, junto con Olympe de Gouges. El feminismo de la igualdad reclama que todas las personas merecen un trato político y moral indiferenciado, independientemente de su género, y una educación también indiferenciada que termine de cerrar la grieta cultural que la historia ha abierto entre hombres y mujeres por la diferente educación y trato que reciben.
Pensadora socialista y feminista francesa de ascendencia peruana, Flora Tristán (1803–1844) era la hija ilegítima de un aristócrata y, a su muerte, cuando Flora tenía cinco años, su familia cayó en la pobreza. Parte de su vida la dedicó a luchar por el reconocimiento de su familia para poder heredar los bienes de su padre. Fue víctima de violencia por parte de su marido, lo que la llevó a huir del hogar con sus hijos y comenzar su vida como «paria», categoría que reclamaría para sí en su biografía.
Su obra Peregrinaciones de una paria narra el viaje a Perú que hizo para que su familia la reconociera. La obra que aquí recomendamos, La emancipación de la mujer o el testamento de una paria, recopila también una parte importante de su pensamiento político, marcado por la reivindicación de los derechos de las mujeres y de los trabajadores. En sus obras formuló, antes que Marx, la principal consigna del internacionalismo proletario, «Trabajadores del mundo, uníos», consigna que se popularizará tras la publicación del Manifiesto comunista de Marx y Engels.
Fue una pionera de la filosofía feminista socialista y defendió el protagonismo de las mujeres en las transformaciones históricas y políticas. Las mujeres debían llevar sus propias reivindicaciones en el movimiento obrero (o seguirían siendo «las obreras de los obreros», como ella las denominaba) y convencer a sus compañeros obreros de la necesidad de la emancipación femenina.
Criticó el feminismo liberal y burgués, porque este no tenía en cuenta las reivindicaciones de las trabajadoras. Aunque sostenía que las mujeres obreras debían también abanderar las reivindicaciones de las burguesas (como el fin de la violencia hacia las mujeres o el derecho al divorcio), debían llevar más hasta el final la lucha, exigiendo el fin de la explotación capitalista. Las mujeres burguesas eran incapaces de reivindicar el fin del trabajo asalariado porque muchas se aprovechaban de él para explotar a otras mujeres y condenarlas a una vida de servidumbre.
De familia de origen ucraniano, Aleksandra Kollontái (1872–1952) nació en un ambiente burgués y se interesó pronto por la cuestión de la emancipación de la mujer, aunque pronto se vio tremendamente impactada también por la situación de miseria de la emergente clase trabajadora rusa. En su visita a las fábricas, esta pensadora y revolucionaria rusa pudo ver las penosas condiciones de hambruna y explotación a la que se veían sometidas familias enteras.
El amor y la mujer nueva compila algunos de sus textos referidos a la emancipación de las mujeres y sus reflexiones en torno al amor. Para Kollontái, igual que para Flora Tristán, las reivindicaciones de las mujeres debían ser prioritarias en la lucha de los trabajadores. Pero, además, era necesario que se llevaran hasta el final profundas transformaciones sociales y económicas una vez realizada la revolución para que se lograra el ideal marxista de «abolición de la familia tradicional» y creación de un mundo nuevo. Por eso, dedicó parte de su reflexión al amor libre y el cuestionamiento de la monogamia.
Kollontái participó activamente en la revolución de 1917 y vivió la burocratización estalinista, que retrocedió en todos los derechos adquiridos por las mujeres, como el divorcio, el aborto y la colectivización del cuidado de los menores. En ese sentido, la autora acertó al advertir que se debían cuestionar los valores patriarcales y crear instituciones públicas de cuidados una vez hecha la revolución para no retroceder en derechos.
Fue parte del feminismo marxista y revolucionario que se esbozaba ya en la obra de Flora Tristán e introdujo cuestiones que todavía hoy siguen siendo un debate en el feminismo, como la no-monogamia, el derecho al aborto y la abolición de la familia tradicional.
El pensamiento de la filósofa y profesora francesa Simone de Beauvoir (1908–1986) se enmarca dentro de la corriente filosófica del existencialismo. Fue una conocida activista feminista. Criada en un catolicismo estricto y en el seno de una familia que deseaba haber tenido hijos varones, ella decidió no ser madre y mantener relaciones de «polifidelidad», cuestionando así la idea de monogamia.
En El segundo sexo, la autora reflexiona en torno a lo que significa ser mujer desde una perspectiva histórica. Considera que «no todo ser humano hembra es necesariamente una mujer», porque mujer no es una categoría biológica, sino histórica. Conceptualiza a las mujeres como «el Otro» del pensamiento, pues la historia ha prescindido de ellas en tanto sujetos de reflexión y las ha considerado más bien objetos sobre los que cabe cierta reflexión. Su filosofía feminista reivindica el punto de vista de las mujeres.
La historia de la opresión de las mujeres está, según Beauvoir, fundamentada en la estructura económica de las sociedades (motivo por el cual su reflexión parte de la obra de Engels El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado) y puede ser subvertida con profundas transformaciones sociales, tal y como sostiene. Por tanto, la opresión no es algo natural. Beauvoir continúa las reflexiones en torno al feminismo de la igualdad, pues si bien sostiene que la desigualdad es justificada por el sistema en base a diferencias biológicas, estas diferencias no constituyen una justificación de opresión alguna.
Angela Davis (1944) es una activista y escritora estadounidense, nieta de esclava que sufrió segregación en Alabama, su estado natal. Se mudó a Nueva York con quince años y quedó enormemente impactada por la lectura del Manifiesto comunista. Ha sido perseguida y encarcelada por su actividad política en varias ocasiones.
El libro de Mujeres, raza y clase establece un debate con el feminismo blanco y burgués dominante en las universidades en el momento, que para Davis es profundamente racista. Este feminismo no tendría en cuenta la discriminación y opresión concreta a las mujeres negras, a las trabajadoras ni a ninguna que se saliera de la categoría abstracta de «mujer» que defendían las feministas. Davis defiende que el movimiento de mujeres debe apoyar la lucha antiesclavista y que la estrategia triunfante será aquella que tenga una múltiple articulación: contra el racismo, el sexismo y el capitalismo.
Sus obras han impactado en la filosofía feminista a nivel internacional y ha hecho una enorme contribución al pensamiento antirracista, que han recogido autoras como bell hooks (que veremos a continuación). Además, su obra recoge el desarrollo teórico de importantes movimientos sociales del momento, como el que lleva adelante el colectivo de mujeres negras lesbianas Combahee River Colective.
La activista y escritora negra bell hooks, recientemente fallecida, luchó toda su vida a favor de un feminismo interseccional, donde las cuestiones de la raza y la clase formaran parte de la lucha feminista. Adoptó un nuevo nombre (su nombre de nacimiento era Gloria Jean Watkins) en honor a su bisabuela, pero en minúsculas (por eso lo escribimos así), porque prefería que el título y la esencia de los libros que publicaba no perdiera protagonismo a favor de su nombre.
En ¿Acaso no soy yo una mujer? examina el impacto que el sexismo y el racismo habían tenido históricamente en las mujeres negras, defendiendo la idea de que vivimos bajo un patriarcado capitalista que, además, es supremacista blanco y margina todo lo que se sale de su control. Critica el feminismo blanco burgués que nada tiene que aportarle a las mujeres negras y a las de clase trabajadora.
Defendió que las mujeres negras y obreras tienen más que ver con los hombres de su propia clase que con las mujeres ricas que las consideraban poco más que esclavas. Y defendió también la participación masculina en los movimientos por la igualdad entre mujeres y hombres; propuso una unidad de acción para luchar contra todas las opresiones, criticando la popularización de lo «no mixto». Luchó contra la atomización de las luchas que, según ella, les ponía muy fácil a los gobiernos y las empresas la mercantilización de las luchas y su desviación.
Judith Butler (1956) es una de las principales exponentes de la filosofía feminista estadounidense del ámbito del postestructuralista. Es considerada una de las autoras más importantes dentro de los estudios queer y de género. También es una importante activista a favor de los derechos LGTB y sus obras han dado lugar a un gran debate dentro y fuera del ámbito intelectual por la emergencia de nuevos movimientos de liberación sexual.
Su libro El género en disputa es uno de los textos fundacionales de los estudios queer y la filosofía feminista postmoderna. La autora introduce la filosofía, la teoría literaria y elementos del psicoanálisis en los estudios de género. Propone que tanto el sexo como el género, tradicionalmente separados, son ambos construcciones sociales que no refieren a una realidad material concreta. Introduce la noción de performatividad en su estudio. Se trata de un concepto propuesto por el filósofo analítico John Austin, para el cual los actos del habla son un fenómeno lingüístico, pero también implican una cierta acción.
Butler relaciona la capacidad performativa del lenguaje con el género. Sostiene que el género es performativo porque se sostiene a través de un conjunto de actos que nos parecen naturales, pero son lingüísticos y culturales. Aprovechando esa performatividad, Butler cree que se pueden realizar actos subversivos del orden heteronormativo impuesto, de forma que encontremos mecanismos para que los actos performativos del género superen los que habitualmente hemos aprendido y que tienen un carácter opresivo.
Tanto la filosofía feminista como el activismo han seguido desarrollando los estudios queer y de feminismo postmoderno. La propia Judith Butler abordó el uso del término queer: un término que empezó siendo un insulto a las personas consideradas «desviadas» por su orientación o identidad sexual y que ha sido reapropiado por esas mismas personas para darle una significación positiva. A Butler esto le parece un ejemplo de la capacidad subversiva del acto performativo.
Judith Butler es conocida por sus contribuciones a los estudios queer. Recoge la noción de «performatividad» de la filosofía analítica y la aplica al género para argumentar que este es performativo, y que es a través de esa performatividad que podemos subvertir el orden heteropatriarcal.
La filósofa española Alicia Puleo (1952) ha dedicado una parte importante de su obra a explorar las relaciones entre la opresión de género y la crisis ambiental. De esos intentos nace su libro Ecofeminismo para otro mundo posible, que trata de dar respuesta a algunas de las mayores crisis y retos de nuestro tiempo.
Tal y como señala la autora, el ecofeminismo no es meramente un feminismo preocupado por cuestiones ambientales, sino una filosofía feminista que pone en el centro la problemática ambiental tomándola como suya, porque sus devastadores efectos afectan de una forma a las mujeres. Puleo recupera el mito griego de Teseo y el minotauro para darle la vuelta. En el ecofeminismo del siglo XXI, Ariadna no se quedará esperando pacientemente que Teseo mate al monstruo, sino que se adentrará con él en el laberinto del minotauro, no para matarlo, sino para liberarlo, introduciendo la bondad y la empatía en el relato.
La obra de Alicia Puleo bebe de la tradición epicureísta para darle un nuevo sentido a la lucha contra la devastación ambiental. El objetivo de la especie humana en el siglo XXI no es simplemente sobrevivir, sino vivir bien y hacernos mejores por el camino. Además, Puleo se aleja del ecofeminismo esencialista para el cual las mujeres son por esencia personas que se deben encargar de la política por su mayor tendencia a la concordia, y apuesta por un feminismo de la igualdad donde todos y todas seamos educados en valores compatibles con una transición ecosocial a un mundo más justo.
Varias intelectuales y activistas en el seno de las universidades estadounidenses llamaron a construir en 2018 un «feminismo del 99 %», inspiradas por el movimiento Occupy Wall Street de 2011. Desde una perspectiva de filosofía feminista anticapitalista, las autoras proponen una crítica al feminismo liberal que no cuestiona la explotación del trabajo ni la precariedad laboral de las mujeres, así como algunas de las opresiones que las atraviesan.
Las autoras son profesoras de universidad que vienen de tradiciones filosóficas como el marxismo, el feminismo interseccional y el feminismo antirracista. Sostienen que se debe construir un feminismo que llene el vacío producido por el declive del proyecto neoliberal y se apoyan en el auge del movimiento feminista de la última década.
Consideran que fenómenos como los movimientos sociales de «indignados» que recorrieron parte de Europa y los Estados Unidos son parte del agotamiento del capitalismo neoliberal y de una crisis de representación política. La población de las principales potencias del mundo, que ve por primera vez que vive peor que sus progenitores, estaría explorando nuevas formas de organizar la sociedad, y actualizando la necesidad de la protesta.
Para las autoras, la salida a este fenómeno es un feminismo que pueda dar respuesta a las múltiples opresiones que sufren especialmente las mujeres, las personas negras y los que viven en situación más precaria. El feminismo del 99 % sería ese feminismo que se levanta contra aquellos que tienen el poder (apenas el 1 %) para construir un mundo nuevo.