Sylvia Plath es una de las voces definitorias de la poesía del siglo XX. Esta selección clásica de su obra, realizada por su marido Ted Hughes, constituye la introducción perfecta a esta influyente poeta. Los poemas presentados en esta edición bilingüe están tomados de las cuatro colecciones de Plath (Ariel, El Coloso, Crossing the Water y Winter Trees), e incluyen muchas de sus obras más célebres, como «Daddy», «Lady Lazarus» y «Wuthering Heights».
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RESOLUCIÓN
Día de neblina: día empañado
con manos
inservibles, aguardo
el furgón de la leche
el gato con una sola oreja
lame su pata gris
y arde la cocina de carbón
fuera, las hojitas del seto
amarillean
una capa de leche
opaca las botellas vacías en el alféizar
la gloria no desciende
dos gotas de agua suspendidas
en el verde tallo curvo
del rosal de mi vecino
oh, combado arco de espinas
el gato desenfunda sus garras
el mundo gira
hoy
hoy no voy a desilusionar
a mis doce inspectores vestidos de negro
ni voy a apretar los puños
ante el desprecio del viento.
***
ESTIRAMIENTO FACIAL
Me traes buenas noticias de la clínica,
Te quitas de golpe el pañuelo de seda, exhibes las apretadas
Blancas vendas de momia, sonríes: estoy bien.
Cuando yo tenía nueve años, un anestesista vestido de verde lima
Me dio gas banana a través de una máscara. La bóveda nauseabunda
Estalló en pesadillas y voces jupiterinas de cirujanos.
Después apareció mi madre como flotando, traía una palangana de hojalata.
Qué mal me encontraba.
Han cambiado todo eso. De viaje
Desnuda como Cleopatra con mi esterilizada bata de hospital,
Borracha de los sedantes y excepcionalmente graciosa,
Llego sobre ruedas a una antesala donde un hombre amable
Me cierra los puños. Me hace sentir que algo precioso
Se escurre entre mis dedos. Enseguida
La oscuridad me borra como tiza en la pizarra…
No me entero de nada.
Durante cinco días yago en secreto,
Con grifo como un barril, mientras los años desaguan en mi almohada.
Hasta mi mejor amiga cree que estoy en el campo.
La piel no tiene raíces, se despega fácil como el papel.
Cuando sonrío, se me estiran los puntos. Crezco hacia atrás. Tengo veinte años,
Ganas de hijos y falda larga sobre el sofá de mi primer marido, los dedos
Enterrados en el astracán del caniche muerto;
No tenía gato aún.
Ahora ha desaparecido la señora con papada
Que he visto instalarse, arruga tras arruga, en mi espejo–
Vieja con cara de calcetín, dada de sí sobre un huevo de zurcir.
La han atrapado en un frasco de laboratorio.
Que se muera allí, o que se marchite sin parar durante los
próximos cincuenta años,
Cabeceando y meciéndose y toqueteando su fino cabello.
Madre de mí misma, me despierto envuelta en gasa,
Rosada y suave como un bebé.
***
CUMBRES BORRASCOSAS
Los horizontes me cercan como haces de leña,
Inclinados y dispares, siempre inestables.
Rozados por una cerilla, podrían calentarme,
Y sus finas líneas chamuscarían
El aire hasta dejarlo naranja
Antes de que las distancias que unen se evaporen,
Aplastando el pálido cielo con un color más sólido.
Pero sólo se disuelven y se disuelven
Como una sucesión de promesas, mientras avanzo.
No hay vida por encima de la hierba
O del corazón de las ovejas, y el viento
Se derrama como el destino, doblando
Todo en una dirección.
Noto cómo intenta
Robarme el calor.
Si presto mucha atención
A las raíces del brezo, me invitarán
A blanquear mis huesos entre ellas.
Las ovejas saben dónde están,
Pastando en sus sucias nubes de lana,
Grises como el tiempo.
Las negras ranuras de sus pupilas me envuelven.
Me siento como remitida por correo al espacio,
Un mensaje corto y tonto.
Ahí están disfrazadas de abuela,
Sus pelucas de rizos, sus dientes amarillos
Y sus duros balidos de mármol.
Vengo a las roderas y al agua
Límpida como las soledades
Que se me escurren entre los dedos.
Los huecos umbrales de las puertas van de un prado a otro;
Con el dintel y el vano desgoznados.
De la gente el aire sólo
Recuerda unas pocas sílabas extrañas.
Las repite gimiendo:
Piedra negra, piedra negra.
El cielo se inclina sobre mí, yo soy lo único vertical
Entre todo lo horizontal.
La hierba agita la cabeza distraídamente.
Es demasiado delicada
Para una vida en semejante compañía;
La oscuridad la aterra.
Ahora, en los valles estrechos
Y negros como monederos, las luces de las casas
Brillan como calderilla.
***
ESPEJO
Soy plateado y exacto. No tengo ideas preconcebidas.
Cualquier cosa que veo la engullo inmediatamente
Tal y como es, sin rastro de amor ni desprecio.
No soy cruel, sino sincero–
El ojo de un pequeño dios, con cuatro esquinas.
La mayor parte del tiempo medito sobre la pared de enfrente.
Es rosa, con motas. La he mirado durante tanto tiempo
Que la siento parte de mi corazón. Pero ella parpadea.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.
Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,
Buscando en mi alcance lo que realmente es.
Luego se vuelve hacia esas mentirosas, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Me recompensa con lágrimas y temblor de manos.
Soy importante para ella. Viene y va.
Cada mañana su rostro reemplaza la oscuridad.
En mí ha ahogado a una muchacha y en mí una anciana
Se eleva hacia ella día tras día, como un terrible pez.
***
AMAPOLAS EN OCTUBRE
Ni siquiera los cirros de la mañana saben manejar faldas así.
Ni la mujer en la ambulancia
Cuyo corazón rojo florece asombrosamente a través de su abrigo–
Un regalo, un regalo de amor
En absoluto solicitado
Por un cielo
Que, pálido y flamígero,
Enciende sus monóxidos de carbono, por los ojos
inmóviles y embelesados bajo los bombines.
Oh, Dios mío, quién soy yo
Para que estas bocas tardías griten abiertas
En un bosque de escarcha, en un amanecer de acianos.