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08 MAY

Cristina Rivera Garza gana el Pulitzer por `El invencible verano de Liliana’, sobre el feminicidio de su hermana

La escritora mexicana cuenta cómo escribió este libro. Según el jurado. "Memoria, periodismo de investigación de perspectiva feminista y biografía poética han sido unidos por un sentimiento de pérdida"
Cristina Rivera Garza gana el Pulitzer por `El invencible verano de Liliana’, sobre el feminicidio de su hermana

Treinta años tardó Cristina Rivera Garza en sentarse a escribir, tras varios intentos fallidos rodeados de dolor, emoción e indignación, el libro El verano invencible de Liliana (Random Huse en español) con el que obtuvo el Premio Pulitzer 2024, en la categoría de Memoria o Autobiografía.

 

La escritora mexicana relata el feminicidio de su hermana Liliana, ocurrido el 16 de julio de 1990, a manos de su pareja. Tenía 20 años. Una obra en coautoría con ella, ha dicho Cristina Rivera Garza (Heroica Matamoros, 1964), porque parte de los apuntes, fotos y testimonio que dejó su hermana. Reconstruye en un tiempo no lineal ni previsible este feminicidio que se ha convertido en uno de los más emblemáticos de esta causa en México.

 

“Memoria, periodismo de investigación de perspectiva feminista y biografía poética han sido unidos por un sentimiento de pérdida”, afirmó Marjorie Miller, administradora de la junta del galardón que cada año premia lo más destacado del periodismo, la literatura y las artes en Estados Unidos.

 

El libro se publicó en inglés, en febrero de 2023, bajo el título Liliana’s Invincible Summer, y también fue finalista del National Book Award. Desde su lanzamiento tuvo buena acogida por parte de la crítica, al punto de que formó parte de los mejores títulos de medios como The New York Times, The Washington Post y The Economist.

 

Así se escribió El verano invencible de Liliana

 

“Empiezo por aclarar: el 16 de julio de 1990, Liliana Rivera Garza, mi hermana menor, fue víctima de un feminicidio. Unos meses después, un juez de la ciudad de México obtuvo suficientes evidencias para girar una orden de aprehensión contra Ángel González Ramos, su expareja, que de inmediato se dio a la fuga y quien sigue prófugo.

Tardé treinta años en sentarme a escribir de veras, tras varios intentos. Por una parte, el ciclo del duelo, que siempre es personal y rara vez obedece a nociones prescritas; y, por otra parte, el lenguaje social que, después de tanto tiempo y gracias a las movilizaciones de mujeres a lo largo y ancho del orbe, ha producido un lenguaje lo suficientemente preciso y digno para abordar temas como la violencia de género sin revictimizar a la víctima y sin exonerar al perpetrador. Me interesaba, desde el inicio, reabrir un caso que la inercia de la burocracia judicial y la indiferencia del estado por la seguridad de las mujeres había dejado de lado. Quería y quiero #JusticiaParaLiliana #JusticiaParaTodas En un año en que nos asaltó de frente nuestra mortalidad con una pandemia sin precedentes en nuestros tiempos, me urgía que la memoria de mi hermana no se perdiera. Es muy común que las mujeres víctimas de feminicidio sean reducidas o a una estadística o al momento de su muerte, y a mí me interesaba que la vida de Liliana, que sus 20 años sobre la tierra, complejos y gloriosos, quedaran entre y con nosotros. No sabía entonces, pero lo sé ahora gracias a la respuesta de lectores y lectoras, que quería que nos hermanáramos con ella.

 

Había intentado escribir este libro antes y, cada vez, fracasé rotundamente. Cuando descubrí el archivo que mi hermana había elaborado de sí misma, coleccionando cartas, documentos, notas, postales, cuadernos, supe que ahí estaba la semilla de la única manera en que podría escribir este libro: con ella, no sobre ella. En lugar de apropiarme de su vida, me la desapropié, mostrando en el libro su lenguaje tal y como ella lo utilizó. Recurrí también a los testimonios de sus amigos de esa época, lo que supuso la labor titánica de encontrarlos, y así obtuve una visión poliédrica, multifacética de la vida de mi hermana como estudiante de arquitectura en la UAM Azcapotzalco. También recurrí a los periódicos de la época y a la información oficial que pude encontrar. Cité, pegué, combiné, elegí, contrasté, y también conté, cuando fue necesario y de manera muy discreta, mi propia experiencia. No podía no ser vulnerable junto a ella. No podía dejarla sola ni en el libro ni en el duelo. Con un tema tan grave, tan estridente en sí, mi tarea principal fue crear patrones de yuxtaposición entre estos materiales tan disímiles y cuidar mi dicción, mi vocabulario, los distintos ritmos del lenguaje, de tal manera que la rabia por la pérdida y el milagro de haberla tenido cerca pudieran convivir ahí dentro. Cuando abrí la caja donde estaban los papeles de Liliana me embargó la pena y, al mismo tiempo, la profunda alegría de estar tan cerca, materialmente cerca, de su letra, que para ella siempre fue una seña de identidad fundamental. Quería que los lectores de este libro que escribí con mi hermana participaran de ese momento: del pesar y de la rabia, pero también de la profunda alegría, de la luminosidad de Liliana”.

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