Doce cuentos comprenden Las cosas que perdimos en el fuego de la argentina Mariana Enriquez. A lo largo de ellos, se presentan ambientes oscuros, episodios lúgubres y desafiantes, y un realismo que linda con lo sobrenatural. Me atrevo a decir que su obra es feminista, no solo por la presencia de mujeres protagonistas, sino por los dilemas a los que se enfrentan: violencia, desigualdad, desprecio, entre otros.
Enriquez es premio Herralde de novela 2019 por su obra Nuestra parte de noche. Es conocida por dominar con maestría el género del terror, y ha sido premiada tanto por sus crónicas como por sus cuentos.
Publicada en 2016, Las cosas que perdimos en el fuego abre con El chico sucio. Se relata la historia de un barrio argentino venido a menos, plagado de ladrones y drogadictos. En aquel ambiente sórdido, un niño de no más de cinco años vaga sin rumbo, pidiendo limosnas, llegando a toparse con una joven de clase media, heredera de una de las casas más importantes del barrio, que en tiempos lejanos fue de gran prestigio. Esta fugaz amistad desencadenará una serie de cuestionamientos morales y algún otro evento importante que no vale la pena revelar, pero que está cargado de un horror muy realista.
Mi cuento favorito es Bajo el agua negra. Una fiscal se adentra en un pueblo sombrío en la búsqueda de un niño desaparecido, luego de recibir una pista de su paradero. El pueblo, cercano a un lago putrefacto que hace las de basurero, será el responsable de eventos sumamente bizarros, criaturas amorfas, procesiones paganas y sacerdotes orates. Deja a cualquier con la piel de gallina.
Cada cuento, uno más asombrosamente tenebroso que el otro, hace imposible no preguntarse: ¿qué experiencias ha de haber vivido una persona para narrar con tanta presteza líneas tan lóbregas?
Y es que, al margen de la trama, cada relato está cargado de una mezcla de desesperanza y una oscuridad desoladora. Hablamos de pensamientos de muerte, infanticidios, esclavitud y hasta sacrificios a fuego vivo. Parece irreal, pero la prosa es muy lograda y permite conectar satisfactoriamente con situaciones de corte casi surreal.
Recomiendo ampliamente esta obra: un terror moderno, realista y ambicioso, escrito por una de las principales voces de la literatura latinoamericana de nuestro tiempo.