¿Quién no se ha preguntado, siquiera alguna vez, si ha sido adoptado? Es un miedo quizá universal, algo que ha rondado por la mente de cualquier niño o adolescente curioso que descubre que la vida también está hecha de bemoles y circunstancias extraordinarias. La idea de imaginar que tus padres no son en realidad tus padres biológicos lleva a cualquiera a dudar y tambalear bajo la intimidad de ciertas preguntas.
Fabiola Hablützel, la autora de «La hermana del medio», se hizo la misma pregunta a lo largo de su infancia y juventud, pues, además de no tener ni una sola foto de bebé o del embarazo de su madre, era consciente de la falta de parecido físico con sus padres. No en pocas oportunidades, la adolescente extrovertida e hija única se atrevió a preguntárselo insistentemente a su mamá, quien al verse acorralada ante semejante tema, se molestaba y le respondía que no era adoptada y que deje de preguntar esas tonterías.
Una tarde de verano —acaso la más importante para la mujer de cincuenta años que por entonces era Fabiola—, su madre, quien tenido a su avanzada edad padecía de Alzheimer, le confesó, sin ser realmente consciente de lo que estaba haciendo, el gran secreto de su vida: Fabiola había sido adoptada y traída al Perú al año y medio de vida. Naturalmente, esta revelación sacudió la rutina convencional de la mujer hecha y derecha que era Fabiola, economista de profesión, esposa y madre de dos hijos, sembrando las preguntas y dudas propias de un descubrimiento semejante: ¿de dónde vengo?, ¿quién es mi madre biológica?, ¿por qué me dejó en adopción? Desde aquella tarde de playa en la que su madre adoptiva le confesó por error sus orígenes, Fabiola movió cielo y tierra por encontrar respuestas a aquellas dudas que comenzaban a asfixiarla.
La historia de Fabiola Hablützel traspasa los límites de la ficción y nos demuestra que, en algunos casos, los recovecos de la realidad son más atrevidos que la propia imaginación, pues para escribir La hermana del medio, no necesitó inventar nada, bastó con contar esa peripecia que ha sido su historia y el giro vertiginoso que significó enterarse a sus cincuenta años de su condición de hija adoptiva. No menos particular que su historia ha sido la forma en la que nació el libro: su autora ha contado en recientes entrevistas que conforme iba obteniendo hallazgos sobre su adopción, iba publicándolos en su perfil de Facebook, recibiendo el aliento y apoyo de su familia y amigos cercanos. Esas publicaciones, que hoy Fabiola ve con nostalgia, fueron la materia prima para concebir tiempo después «La hermana del medio», uno de los libros más celebrados en lo que va del 2023.
«La hermana del medio» es, sin duda, una obra que merece ser leída. No solo por la fascinante historia de Fabiola, sino por la humanidad con que la autora toca temas tan íntimos, por esa falta de rencor que hay en cada línea. Resulta admirable encontrar que, dentro de toda esta mezcolanza de sentimientos, dentro de la ansiedad de haber descubierto una verdad en tan poco tiempo, con tan poca preparación, la historia esté completamente alejada de sentimientos negativos. Fabiola abraza cada pedazo de la realidad que le toca con una suerte de estoicismo envidiable, dejándonos una lección valiosa respecto al sentido que le damos a la palabra «familia».
En esta sociedad que nos toca vivir, pareciera un pecado admitir un hecho tan bello como el que permite a dos personas convertirse en amorosos padres de una criatura que ya nació. ¿Por qué existe esta reticencia ante algo tan noble como la paternidad adoptiva? ¿La sangre pesa tanto? Luego de leer este libro, y sin temor a equivocarme, puedo asegurar que pesará menos.