Mr. Stevens es un hombre peculiar. Ejerce de mayordomo en Darlington Hall, una mansión antigua y llena de tradición. Su antiguo patrón, Lord Darlington, era un hombre al que le profesaba una gran admiración y lealtad. Sin embargo, los tiempos han cambiado, y tras la muerte de Lord Darlington, hombre inglés de la nobleza, Mr. Farraday adquiere la mansión. Su nuevo patrón es un americano cuyas costumbres distan mucho a las del antiguo propietario, algo que no deja tranquilo a Stevens.
Ahora bien, Mr. Farraday debe viajar a su país, los Estados Unidos, y le sugiere a Stevens que se tome unas vacaciones, algo que le resulta cuando menos extraño al viejo mayordomo. Es así como inicia la historia de Los restos del día de Kazuo Ishiguro.
La novela está compuesta de ocho partes, todas escritas por Mr. Stevens en la forma de un diario de viajes —la historia tiene hasta un prólogo escrito por el protagonista—. A través de cada una de ellas, que componen un total de seis días de viaje, Stevens nos introducirá a su pasado. En realidad, el viaje está cargado de fuertes reminiscencias a través de las cuales podemos reconocer los hechos que forjaron el carácter de Stevens, así como —y esto creo que es lo más importante— su ideología laboral. Y digo ideología porque, en efecto, Stevens tiene fuertes convicciones sobre el acto de servir a un Lord que en muchas ocasiones escapan de toda lógica. Su concepción del oficio de mayordomo es sumamente solemne, por decir lo menos. Otros personajes de mayor y menor importancia serán introducidos en la historia, y el viaje de Stevens estará lleno de extensos paréntesis que no hacen más que interesar al lector, tanto por el relato de muchos acontecimientos domésticos como por otros que tienen una carga política e histórica de lo más interesante.
Uno de los personajes más importantes de la obra es Miss Kenton. Es una mujer que trabajó durante años en Darlington Hall como ama de llaves, en la época de oro de la mansión, cuando había muchísimos empleados al servicio de la gran casa y Lord Darlington gozaba de una fuerte influencia política. Al tiempo en que Stevens recibe de Mr. Farraday la sugerencia —que es casi una orden— de tomarse una semana de vacaciones, al mayordomo le llega una carta de miss Kenton, que ahora está casada y su nombre es Ms. Benn. En aquella misiva, Kenton le revela a su antiguo colega algunos pensamientos que hacen pensar a Stevens de un posible retorno a Darlington Hall, cuestión que le sería de gran ayuda dada la vasta experiencia de la ama de llaves y los pocos empleados que tiene a su disposición en la mansión en ese momento. El encuentro de ambos quedará a interpretación del lector.
La magistral prosa de Ishiguro nos revela a un protagonista que, en muchos casos, puede chocar con el juicio del lector. Hay una confrontación con quien lee la obra justamente porque son radicalmente estrictos y antiguos los juicios de valor de Stevens respecto al trabajo, en especial de los relacionados al cuidado de una mansión que perteneció a un Lord. Ishiguro, además, tiene la capacidad de hacernos empatizar con los personajes de forma intercalada, cosa que le da mayor valor a la trama. La novela es ágil y profunda a la vez, es una oportunidad para reconocer quiénes fuimos en el pasado y qué cuestiones alberga nuestra mente sobre cómo sucedieron las cosas y qué responsabilidad tenemos sobre nuestros actos. Quizá eso es lo que hace de Los restos del día una novela notable.
Ishiguro nació en Nagasaki en 1954, pero se mudó a Inglaterra en 1960 con su familia. En ese sentido, su literatura no tiene una impronta japonesa. De hecho, el mismo escritor ha confesado que su japonés no es muy bueno. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 2017, y ha recibido innumerables premios de alto prestigio. Además, es Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno francés. Los restos del día ganó el premio Booker, y casi todas sus otras seis novelas han recibido premios importantes.
