Bajo su cobija, enrollado como un ovillo, Daniel, el pequeño conejo, parpadea y abre sus redondos ojos. Suspira y vuelve a dormirse. Su hermanita coneja, canturrea de buen humor y dice que es un perezoso. Abramos ya las ventanas son las ocho de la mañana. El conejo bosteza largamente quiere dormir como si fuera la noche más oscura
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