La posmodernidad es autolimitación de la filosofía, que al abstenerse de toda definición absoluta involuntariamente acaba por "resucistar lo religioso bajo todas sus formas, incluidas las más inquietantes". Es también confinamiento del ser del mundo a un círculo correlacina que lo ata a la conciencia y a su lenguaje: no existe humano sin mundo ni mundo sin humano, sino un vínculo primigenio entre ambos. El ingreso de Meillassoux a la escena filosófica marca el comienzo de una nueva época: el fin del punto de vista trascendental y el retorno de la ontología realista.
Precursor de un movimiento filosófico conocido mundialmente como "realismo especulativo", Meillassoux se lanza en este, su primer libro, tras los pasos de Locke y de Descartes a la conquista de lo absoluto por el pensamiento. Pero el absoluto recobrado más allá de la finitud humana carece ya de toda eminencia o necesidad, y de cualquier vestigio de ingenuidad y nostalgia pre-kantianas: es Caos y mera facticidad, sinrazón y contingencia ciega de todo lo que existe.
Publicado originalmente en 2006, Después de la finitud revolucionó apenas apareció toda la escena contemporánea. Las réplicas del terremoto que provocó no cesan aún, porque las armas que el texto aporta a una crítica de las ideologías y del retorno de lo religioso se vuelven cada día más indispensables; y el gesto mismo de esa especulación vuelta por primera vez en mucho tiempo a la comprensión, sin más, del universo, revitalizó el paisaje desolado que habían dejado tras de sí en el continente filosófico las sucesivas desapariciones de Gilles Deleuze y Jacques Derrida.