Irene, una peluquera en una ciudad latinoamericana del futuro, recibe la visita de un diablo-zombi que viste la piel de José María Arguedas. Desde ese momento, en ese mundo distópico levemente desprendido del actual, la percepción de Irene y su voluntad son sometidas a una batalla contra el sentido común, que deberá librar con otros personajes.
Betina Keizman, en El diablo Arguedas, hace un uso de la prosa poco habitual, rehúye la frase esperada, crea un mundo espectral e impredecible. Arguedas, diablo y fantasma, apenas se reconoce aquí como el escritor que fue y nos plantea una interrogante sobre cómo leer su literatura hoy, en esta encrucijada global donde fuerzas inhumanas buscan imponer sus propios códigos sobre la vida. Es una narrativa que recupera la singularidad de lo local sudamericano e invita a caminar, también, sobre los bordes del lenguaje.
Entre los límites de lo real y el sueño, Keizman construye un relato que desafía nuestras certezas y nos sumerge en un laberinto de reflexiones sobre el poder, la identidad y la resistencia. En este viaje, cada página se convierte en un espejo que refleja no solo la lucha de Irene, sino también la nuestra: la búsqueda incesante de sentido en un mundo diablo, un lugar donde la guerra interior es la más importante de todas.