5 de febrero de 1930. En medio de un torbellino político y social, cuando los ecos del fraude electoral aún retumban en el aire, Pascual Ortiz Rubio alza su mano en juramento para erigirse presidente de México. Sin embargo, al salir del Palacio Nacional, una ráfaga azota el vehículo en que se desplaza y una bala va a dar a la mandíbula presidencial. No es solo un atentado; es el estallido en torno al cual gira una trama más siniestra.
Aunque la policía detiene a un seguidor de su rival político, las dudas atormentan a Ortiz Rubio. La agresión le ha dejado secuelas insidiosas: un tartamudeo constante, una ira con embestidas imprevistas. En su mente, una convicción toma forma: el intento de asesinato responde a una conspiración internacional. ¿Quién sino un títere de los rusos podría estar detrás? La respuesta en sus labios es un murmullo atropellado: Jacobo Hurwitz, el espía continental, el señor de las máscaras.
Hurwitz es un enigma con raíces peruanas y judías. Ha deambulado por toda América Latina, sembrando semillas revolucionarias para el Partido Comunista. Su legado es un intrincado tejido político, la memoria misma del continente en el siglo XX. Este relato sobre su vida, hasta ahora desconocida, es un viaje en el tiempo que reúne, en una prisión sobre el mar, al protagonista y a un todavía joven escritor mexicano: José Revueltas. En sus conversaciones, llenas de confidencias, se revelan huellas secretas pero indelebles en el alma de México y Perú, y se descubren tenebrosas conjuras, pasiones ardientes y lealtades efímeras. Por eso esta novela con personajes y hechos reales, donde las líneas de la historia y la biografía se entrecruzan, se lee con la inquietud de un thriller, pero se decodifica con la certeza de quien se asoma a documentos clasificados.