Los hombres viven pensando siempre en un futuro que nunca llega, más con el ansia de haber vivido que con la de vivir. A ello se opone la persuasión «posesión presente de la propia vida», contraria a la retórica, toda esa muralla de saberes, instituciones políticas y sociales, códigos morales, etc., que el ser humano construye para diluir en ellos la propia experiencia de la vida.