Pero, seamos sinceros y justos. No fue tan sólo la grita infame, perversamente interesada de nuestros enemigos políticos, lo que dio pábulo a tamaña acusación; también cooperó, y en gran medida, la cobardía y torpeza de muchos de mis compañeros. Allá veo, por ejemplo, a Fernando León de Vivero, pretendiendo disfrazar la pequeñez de su espíritu con un acto de fraternal desprendimiento:
-Te han puesto el ojo, hermano, y te van a fregar. Estos miserables, yo los conozco, son capaces de todo. Mejor es que te vayas fuera del país hasta que pase un poco esta pesadilla. Si tú quieres te puedo prestar diez mil soles y...
-No lo mando a usted a la misma m..., porque veo que lo que dice es tan sólo producto de su cobardia. Me invita usted a huir, ¿por qué? Sólo huyen los cobardes, o los asesinos responsables de ese crimen estúpido. Yo soy inocente y estoy dispuesto a renunciar, ahora mismo, a mi inmunidad parlamentaria, para que se haga una investigación exhaustiva alrededor de mi persona.
Alfredo Tello Salavarría