A pesar de todos los cambios económicos y sociales, la tierra sigue siendo un elemento central de la economía y las identidades campesinas.
A partir del estudio detallado de la historia y el presente de las comunidades de Amantaní (Puno) y Cotacachi (Ecuador), Gascón se pregunta por qué la tierra tiene esa centralidad, incluso en lugares donde parecen existir otras oportunidades mucho más rentables para la generación de ingresos.
La respuesta, señala, implica adentrarnos en la intersección entre elementos políticos, simbólicos y económicos. En sociedades como las andinas, sujetas a intensas presiones y procesos de cambio, la tierra permite aprovechar eficientemente la mano de obra familiar y ofrece cierto margen de seguridad frente a las fluctuaciones y trastornos del mercado.
El resultado es una pluriactividad particular, que facilita a las familias combinar aprovechamiento de oportunidades, arraigo y autonomía.