¿Quién ignora cómo lo mejor, lo más noble que la humanidad puede ofrecer, ha sido realizado por genios aislados y a pesar de los otros hombres? Una demoníaca fuerza aniquilaba a Hölderlin por el fuego, fuego que al propio lo salvaba. Ahí se vislumbra hoy esta dramática sombra humana a quienes debemos una obra lírica inmortal. Hölderlin, con fidelidad admirable, no fue sino aquello a que su destino le llamaba: un poeta. Pero ahí nadie le ha superado en su país, ni en otro país cualquiera.
Luis Cernuda