Este emocionante ensayo de Sahlins ha (re)capturado una verdad signicativa de forma fresca y memorable. Lo hace sin prejuzgar la diversidad de intereses conceptuales que para los antropólogos genera su categoría de «parentesco», ni las múltiples verdades que se pueden decir de las interrelaciones de las personas. A la inversa, esta audaz articulación de la copresencia, de la participación intersubjetiva de las personas en la vida de los demás, no tiene por qué limitarse a los debates sobre el parentesco tal y como se entiende habitualmente. Sin embargo, es importante que el argumento de Sahlins implique no solo una mutualidad comunicativa (reciprocidad, anticipación de las intenciones de los demás, etc.), sino también una mutualidad del ser corporal y personal (en el sentido de «transpersonal»). El libro deja en el lector una provocación: quizá deberíamos pensárnoslo dos veces cuando este tipo de mutualidad florece en contextos que, por lo demás, no son de parentesco, antes de tomarla simplemente como una extensión del pensamiento de parentesco desde alguna base premetafórica.
