El genio de Shakespeare descansa sin duda en su extraordinaria capacidad para entender al ser humano en sus dudas, su dolor y su mal vivir, y en llevarlo, como solución última, con capacidad creativa inigualable, al campo pleno de la poesía, desde donde se levanta un mundo completo que encierra su verdad entre el silencio y el asombro. Entre sus tragedias, principalmente Hamlet, El rey Lear y Macbeth, la obra Otelo es lo más refinado de su arte dramático. La trama, forjada hábilmente por un tiempo largo y uno breve, permite a Shakespeare dar fuerza a las consecuencias de esta intriga de celos y, al mismo tiempo, realzar las sutilezas de los personajes.