Recluir, exterminar no fueron efectos de un acto de locura individual o un
acto colectivo puntual. Tuvieron que ser concebidos, acreditados, justificados
como útiles, deseables, necesarios. Cuando llegó el momento de la justificación,
más exactamente de la «justificación jurídica», Carl Schmitt jugó un importante
papel. Utilizando la noción del enemigo sustancial, el judío, el enemigo de raza y de
sangre, trató de justificar las leyes de discriminación racial de Nuremberg del
15 de septiembre de 1935 que determinan la separación. Carl Schmitt, el nazi,
fue el ideólogo de las peores leyes racistas del régimen de Hitler. Esta obra
cree probarlo y con ello probar también que todo su pensamiento no queda
indemne.