El periodismo que no incordia es, en el fondo, un ejercicio de relaciones públicas.
Quizás este principio sea el motor de esta selección de artículos que César Hildebrandt publicó en La Primera y Hildebrandt en sus trece entre el 2006 y el 2011, durante el segundo gobierno de Alan García. Cuando el Perú vivía la promesa del optimismo a toda costa y el crecimiento del PBI parecía el único termómetro para medir el avance de la República, estas columnas de opinión se encargaron de recordar quiénes pagaban la factura de la fiesta, así como quiénes no estaban invitados a ella. "Los estúpidos, como se sabe, asocian el ruido con la alegría", recuerda el autor en un aforismo que expresa una manera de entender el periodismo, pero también de cuidarse de las trampas de la peruanidad.
¿Pero cómo estas 125 columnas han mantenido vigencia por encima den la coyuntura que las motivó?
Una razón es que Hildebrandt entiende el género de opinión como un ejercicio de estilo, pero también de pensamiento crítico. Las palabras, de esta manera, sirven a propósitos mayores, como desenmascarar lugares comunes, poner en cuestión los consensos obligados y, también, encontrar algún refugio de ternura en un país que ha hecho lo imposible por erradicarla.
Una razón es más aciaga: el Perú descrito en Una piedra en el zapato sigue siendo muy parecido al nuestro, casi una década después.