Cuando se avanza en la vida, hay una pregunta que, poco a poco, uno ya no puede dejar de plantearse: ¿por qué sigo viviendo? Se puede mantener esta pregunta en el nivel bajo de la autoayuda, disfrazada de sabiduría, y del mercado de la felicidad. O bien enfrentarla filosóficamente para buscarle una salida más ambiciosa que sería la promoción de una segunda vida. Una segunda vida es una vida que, en el curso mismo de la vida, se desacopla lentamente de sí misma y empieza a elegirse y a reformarse. Para acceder a ella, habrá que pensar lo que son verdades no demostradas, sino decantadas a partir de la vida misma; o bien cómo podemos probar de nuevo desde la experiencia acumulada; o cómo la lucidez es el saber negativo (de lo efectivo) que nos llega a pesar nuestro, pero que podemos asumir; o cómo la vida puede desembocar no en una conversión, sino en una vida desprendida. O cómo un segundo amor, ya no basado en la posesión, sino en la infinitud de lo íntimo, puede comenzar. ¿Puedo acaso ya no repetir mi vida, sino retomarla, y empezar verdaderamente a existir?