En «11» toman el lugar del texto poético los documentos burocráticos, los registros incidentales, las transmisiones radiales y las pautas publicitarias, formas discursivas contemporáneas del régimen político. Allí donde la forma libro y el indicador convencional poesía dice que debiera haber texto poético, nos encontramos con una orden de ejecución, una lista de apodos de torturadores, un procedimiento técnico para castigar a un cuerpo. «11» se ofrece como el vehículo de estos materiales, alineados en una secuencia no cronológica, pero sí histórica, acaso con la intención de activar a una comunidad política interpelada por los documentos. A su modo, el proyecto de Carlos Soto Román no deja de recordarnos que los archivos, antes que hablarnos de nuestro pasado, nos explican el presente.