DE LA PUENTE BRUNKE, JUAN PABLO
Los bienes culturales son bienes singulares. En ellos confluyen diversas titularidades y múltiples valores. En muchas situaciones las esferas pública y privada se yuxtaponen pues, en cierta medida, dichos bienes definen los rasgos de nuestra conducta e identidad. Nos indignamos como si fueran bienes de nuestra propiedad personal cuando algún plato de nuestra cocina pretende ser apropiado por otro país o cuando un sitio arqueológico es destruido. Sin embargo, ¿están dadas las reglas para aprovechar su potencial con el mismo ímpetu?