Hace ya un siglo y medio se sabe que los humanos son seres vivientes entre otros seres vivientes y que la unidad humana es la de una especie biológica que no podemos extraer del conjunto de las formas de vida no humana, que constituyen mucho más que su "entorno". Sin embargo, a esta comprobación que ya es indiscutible, las ciencias humanas y sociales oponen la "Tesis de la excepción humana" al afirmar que el hombre constituye una excepción entre los seres que pueblan la Tierra. Según esta tesis, el ser humano trasciende en su misma esencia la realidad de las otras formas de vida y su propia "naturalidad". Así, el filósofo plantea que el hombre sería un "yo" o un "sujeto" radicalmente autónomo y fundador de su propio ser; el sociólogo insiste en que esta trascendencia se ubica en la sociedad, por esencia "anti natural"; el antropólogo, por su parte, afirma que sólo la "cultura" -la creación de sistemas simbólicos- constituye lo propio del hombre. En El fin de la excepción humana, Jean-Marie Schaeffer se interroga sobre cómo es posible que, a la luz de los avances de la biología, la neurología, la etología o la psicología, la Tesis de la excepción humana siga gozando de tal crédito entre filósofos e investigadores en el campo de los hechos culturales. ¿Por qué es tan persuasiva la Tesis? ¿Cómo se ha mantenido impermeable a los avances de las disciplinas científicas? A fin de responder estas preguntas, Schaeffer rastrea en el cartesianismo, específicamente en el argumento del cogito, el "principio de inmunización epistémica" que ha logrado aislarla de los saberes "externalistas" que la contradicen. A lo largo de su argumentación el autor demuestra que la Tesis de la excepción humana es una visión del mundo cuyo costo, frente a su supuesta utilidad, es exorbitante. De este modo, El fin de la excepción humana busca articular los elementos de una visión integrada de la identidad humana que conjugue las ciencias de la cultura y los otros conocimientos que conciernen al hombre.