Rubén Fine llama al ajedrez «xilotismo» o atracción por la madera. Los jugadores permanecen durante hora socializando de manera silenciosa, sentados frente a frente, tendiendo un tablero de 64 casillas y 32 fichas que se mueven enfrentándose, con dos colores distintivos, el blanco y el negro. Cuando la afición va aumentando, los aficionados se reúnen en clubes casi siempre exclusivos, pues solo están destinados a jugar con los trebejos. Cuando la afición es mayor, los devotos de Caissa, la diosa del juego, participan de lo que se llama torneos, enfrentamientos entre jugadores de similar fuerza. Los mejores llega a representar a su país en competencias internacionales y unos cuantos llegan a la élite mundial.