Los cuadernos de Felice Ianua nos presenta al mar como eje de una existencia que divaga entre dos movimientos. El primero es un intento por comprender el mar y su metáfora y en cómo este influye en la sensibilidad y el destino, en cómo esta amplitud se vuelve «una incesante señal que ya es herida». El segundo, en cambio, es una posibilidad: Felice Ianua, en una suerte de bitácora escrita en la ribera, busca trascender hacia el espacio ultramarino con el objetivo de hallar aquella «frontera final» que nunca llega. En este divagar, Ana María Gazzolo erige una imagen de lo que sacrificamos durante el momento de la escritura y en cómo la posibilidad de lo poético se trasforma en un bello animal que acariciamos largamente.