Entré a un restaurante en Chelsea buscando una botella de agua. Mi amigo Ruso me esperaba afuera y cuando salí me dio un dato que acababa de encontrar en su teléfono móvil: desde poco antes de la llegada del huracán Sandy, Patti Smith tenía un pequeño bungalow en Rockaway Beach.
Habíamos estado conversando sobre ella mientras caminábamos. Le comenté que venía de comprar M train, le conté cuánto me había gustado Just Kids; hablamos algo sobre su rostro y su camisa blanca en la tapa de Horses. Esa noche, en el pequeño departamento que ocupaba en Harlem, navegué en internet tratando de encontrar todas las señas posibles que me llevaran a ese bungalow. Solo quería verlo. Dos días después, el 1 de mayo de 2016, tomé el tren A en la 125th W, con dirección sur.