La miras y tienes frente a ti un rostro que no se logra descifrar: ojos que parecen tristes, pero se pueden confundir con unos ojos con mirada fría, fuerte y penetrante... No la puedes leer, no sabes si ir y abrazarla o mantenerte firme ante su presencia. Ella, de cabellos lacios, de brazos muy marcados, de cuerpo casi atléticos, siempre está llevando en su interior música, que la abraza, la viste y la desviste; pasos, movimiento. Ella, tan incógnita y hoy protagonista.
En un viaje desde su nacimiento, María Luisa, va creciendo en cada página. Con su primer llanto da paso a una vida desconocida, se abre a un futuro incierto, al despojo y a la(s) despedida(s). Pero también están los momentos cumbres, la vida en su plenitud, hasta que debe entender que es momento de soltar y comenzar a reaprender.
Ella es todo y nada al mismo tiempo y su voz se escucha y crece, crece, crece..., lo hace en cada línea, en cada palabra, hasta, por fin, hacer escuchar ese grito que, finalmente, es el inicio del ahora.