No es difícil entrarle al libro de Oswaldo Chanove. Es imposible resistirse
a invitaciones como, por ejemplo, las jirafas a veces tienen vesícula biliar y a veces no
que no sólo es el título del primer poema, sino que, sorprendentemente, también es
cierto. Lo difícil del libro de Chanove es salir de élporque la fuerza de gravedad de
sus versos es tal que hay que hacer esfuerzos reales para escapar de sus garras.
Lo de las jirafas es una buena forma de comenzar a entender lo que hace Chanove:
coloca un dato científico (las jirafas tienen vesícula en el feto pero la pierden post-parto) y lo vuelve materia poética. La universalidad del saber de la ciencia se contrapone
a la localidad puntual del saber doméstico, el infinito se contrapone al whisky de la
tarde, a la chica de 15 ante el rojo caramelo del ocaso, se contrapone a los martes y a
los sábados. Esa contraposición es la materia prima del poema de Chanove. El truco
consiste, y no es un truco menor, en darle lenguaje a esa contraposición. De ahí la idea
del título, la idea de impugnar domésticamente (desde el almuerzo diario, por ejemplo) lo que, parafraseando a Cisneros, serían no sólo las grandes preguntas celestes
(la metafísica) sino también las grandes respuestas celestes (la ciencia).