Aunque considerado por la crítica como uno de los grandes poetas vivos de América, Jorge Eduardo Eielson (Lima, 1954) es un autor poco conocido en España, donde, antes de la publicación de Vivir es una obra maestra, sólo se había editado Sin título (Pre-textos, 2002). Quizá la causa de ese insuficiente conocimiento obedezca, además de en el proverbial olvido de la poesía americana, a la dedicación podría decirse que preferente de Eielson a las artes plásticas. Desde que en 1948 obtuvo una beca del gobierno francés para trasladarse a París, Eielson entró en contacto con el mundo del arte, en el que ha desarrollado una brillante carrera en la que destacan importantes exposiciones en Francia, Suiza, Italia o Estados Unidos, así como la exhibición de sus propuestas escultóricas y pictóricas en las Bienales de Venecia y en museos tan importantes como el MOMA de Nueva York o la Galleria delle Stelline de Milán. Esta dedicación al arte plástico en el que, como en su obra poética, se caracteriza por una constante exigencia que le ha hecho ir del arte abstracto a los móviles y a las instalaciones y performances corre pareja a la escritura de novelas (El cuerpo de Giulia-no, 1971; Primera muerte de María, 1988) y de piezas teatrales (Maquillaje, 1947), aunque la poesía fue su primera vocación literaria y la más duradera.