Las Cartas de Rodez son el comienzo del rechazo definitivo al cristianismo que lo ha timoneado durante toda su vida y donde El Obispo de Rodez surge como uno de los escritos anticristianos más furibundos de todos aquellos que se conozcan. Pero, además de esta revuelta contra el cristianismo y más allá del plano biográfico donde se inscriben, en ellas aparece Artaud enteramente en cuerpo y pensamiento. El pensamiento en toda su potencia y su propio cuerpo expuesto como resultado de lo que ha hecho la sociedad con él. Apenas unos pocos temas pero capitales constituyen el objetivo (también en el sentido de blanco contra el que apuntar) de estas cartas. Primero, la denuncia acerca de la coerción y represión, llevada a cabo por la sociedad mediante sus sistemas policiales y hospitalarios, entrevisto por Artaud como un conjuro, un hechizamiento generalizado, una orgía de iniciados, que lo impiden realizar su obra en la vida, y esto a causa del odio de todos ellos por la poesía. Después, la cuestión primordial de la poesía, el segundo tema conductor de estas cartas. Ver más allá de la simple evidencia que nos ha vuelto autómatas. Aquí es donde se contrasta con el lenguaje superficial de la literatura en general, la poesía de los bien alimentados, como la llama Artaud: "Yo amo los poemas de los hambrientos, de los enfermos, de los parias, de los envenenados... los poemas de los supliciados del lenguaje que se pierden en sus escritos y no de aquellos que aparentan estar perdidos".