DESENTERRAR A UN GIGANTE
Tengo a éste por uno de los libros más hondos -y a la vez, más divertidos- de la literatura en nuestra lengua. Su autor se enemistó con mucha gente pero su principal y más voraz enemigo fue él mismo. Hizo todo cuanto estuvo en su mano para confeccionar un personaje atrabiliario y peleón que se ganó la fama y, al hacerlo, oscureció su propia producción literaria, espléndida por muchas razones y en diversos frentes. Empezando por la poesía: muy joven, padeciendo antes que nadie en América la fiebre de las vanguardias y componiendo poemas de fondo futurista pero formato modernista, evolucionó con prisa hasta dar a la luz un movimiento propio, el simplismo, al que pertenecen sus primeros grandes libros: Química del espíritu y Descripción del cielo. Este último es además un libro hermosísimo de poemas carteles, impreso para condecorar las ciudades. También, a sabiendas de que había que hacer fuerza grupal para enterar al mundo de cómo había hollado el espíritu vanguardista en América, compuso a solas un importantísimo Índice de la poesía latinoamericana, pero para reforzar su impacto le pidió colaboración a Huidobro y a Borges, con quienes compartió la autoría de aquella antología. Pero todas sus tareas poéticas se desbarataban por el poderío de su personalidad literaria: allá donde fuera perseguía el combate y la polémica. Anduvo por España y escribió un libro -disfrazado de conferencia- sobre la inexistencia de España, un libro en el que a los camaradas del ultraísmo los llamaba pederastas, un libro divertidísimo que le ocasionó el desprecio de todos los que podían haberlo alzado al lugar que se merecía por personalidad y potencia.
Antes de todo eso ya había dejado claro que si algo no estaba dispuesto a hacer Hidalgo era amigos: sus libros de prosas le proporcionaron fama de violento e intransigente y aún hoy se leen arqueando las cejas o rompiendo en carcajadas, pero por vitalistas que fueran, por sustanciosos que pareciesen, no le llegaban al tobillo a sus libros de poemas. Durante mucho tiempo pensé que el gran Alberto Hidalgo estaba fundamentalmente en aquellos frescos versos de sus libros simplistas, pero con el paso del tiempo y las relecturas he acabado equilibrando mis opiniones y encontrando más honda poesía en sus libros posteriores: en todos ellos hay unas cuantas piezas de antología y estoy convencido de que conviene hacer una buena antología de Hidalgo para colocarlo en el lugar que se merece: el de los grandes poetas americanos del siglo XX.
Como prosista sin embargo, hubo que esperar a Diario de mi sentimiento para dar con esa misma luz, esa intensidad manifiesta de los mejores poemas de Hidalgo. Ni sus relatos, reunidos en Los Sapos, ni sus crónicas, por brillantes y violentas que fueran, dejaban intuir al maestro de la prosa que nos encontramos aquí. ¿Qué es Diario de mi sentimiento? A pesar del título se nos presenta más bien como unas memorias que en seguida, después de retratar la Arequipa natal del autor, se fugan de manera desordenada, azarosa, siguiendo los brincos del pensamiento -que es la otra cara del sentimiento, como quería Unamuno- y combinando textos de diversa procedencia, recuerdos fugaces, anécdotas, diatribas, notas de diario, para producir un espectacular collage lleno de personajes célebres, lleno también de fantasmas, de amor genuino y odio en buena forma, alentado por una capacidad extraordinaria para que el lenguaje, ya juegue a ser juez de alguien, ya se proponga encapsular una imagen del inasible pasado, consiga ser poético. Por su propia morfología, Diario de mi sentimiento es un libro, como quería Rimbaud, absolutamente moderno. Y como todos los libros es una sepultura, sin duda, aunque también hay que decir que, como pasa con todos los grandes libros, es fácil intuir que dentro de esa sepultura todavía está latiendo una vida.
Que durante décadas el libro no se hubiera vuelto a editar dice mucho acerca de la desidia, la pereza, la indelicadeza con que tratamos a nuestros mejores autores malditos. Hidalgo debía saber que el tiempo tampoco importaba mucho y que antes o después volveríamos a él. Y por fin le va llegando su hora. Junto a esta edición peruana de su obra maestra, se publicará el año próximo en España una edición anotada de Diario de mi sentimiento y una antología poética. Estas publicaciones se suman a la reedición que hizo Fernando Iwasaki de España no existe y a la recopilación que yo mismo realicé de sus tres libros simplistas. Poco a poco va conquistando atención. Todavía no toda la que se merece, pero sólo hay que tener paciencia. Estamos desenterrando a un gigante.