El chico que se declaraba con la mirada ocupa un lugar singular en la trayectoria de Roger Santiváñez. Escritos en 1984, aunque publicados recién cuatro años después, los once hermosos textos que componen este libro marcaron un pasaje, una transición, pero también señalaron un fértil campo de continuidades para la obra posterior del poeta. Delimitaron un territorio que su escritura ha visitado y vuelto a visitar, desde entonces, con la misma insistencia con la que un orfebre recurre al venero original de sus materiales.