El poeta construye una imagen de Santa Rosa de Lima desde la conciencia de una realidad nada milagrosa como es la del presente, pero también, interpolando tiempos, retrata la imagen católica, cristiana, de la santa peruana. Como anotan los editores, es Santa Rosa de Lima, pero, al mismo tiempo, es una joven Rosa de Lima, una muchacha cotidiana de nuestros días.
A partir de dicha lectura Santiváñez trabajó durante tres años las 31 silvas (modélica del barroco áureo manejada con capricho poético moderno actual) que componen el texto. Investigó así mismo varios libros emblemáticos del Barroco de Indias, como por ejemplo Armas Antárticas, de Juan de Miramontes y Zuázola (edición crítica de Paul Firbas), entre otros documentos.